El concepto de sostenibilidad parece adquirir cada vez más significados y trascender a dimensiones más complejas. Pero, sin entrar en detalle, ¿qué se nos viene a la cabeza cuando decimos “transporte sostenible”? Seguramente las primeras asociaciones estarán relacionadas con reducir emisiones, contaminar menos, usar más el transporte público, bicicletas, o incluso incentivar la movilidad eléctrica. Si bien este conjunto de medidas, que podríamos llamar medidas orientadas a la mitigación, son vitales para que el sector contribuya a un desarrollo bajo en carbono, las que están orientadas a la adaptación al cambio climático no deberían tener menor relevancia y son esenciales para garantizar la sostenibilidad.
La necesidad de adaptación al cambio climático es inminente y requiere de un posicionamiento rápido y efectivo en la agenda sobre cambio climático de los países en América Latina y el Caribe (ALC)
Eventos extremos como los vividos recientemente en Perú y Colombia no son una idea alejada de los efectos del cambio climático sobre la región. De hecho, el Panel Grupo Intergubernamental del Cambio Climático sostiene que la región percibirá significativas anomalías en patrones e intensidad de eventos climáticos (entre ellos el comportamiento de lluvias y escorrentía).
Las consecuencias de estas anomalías, además de trágicas, son extremadamente costosas, pudiendo representar entre el 1,5 y el 5 % del PIB regional (CEPAL, 2014). Estas señales más que una alerta temprana, deben ser un llamada a la acción. ¿Qué acciones pueden tomarse para impulsar una mayor resiliencia desde el transporte?
Aunque la amenaza del cambio climático parece ser inminente, la vulnerabilidad de la infraestructura puede reducirse a través de algunas medidas. Estas son algunas ideas que pueden ayudar a orientar el posicionamiento del tema en la agenda de los países:
+ Elevar la ambición de las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDCs). Actualmente, alrededor de 10 países en la región consideran criterios de adaptación en sus NDCs. Algunos países incluyen medidas relacionadas con mejorar los sistemas de alertas tempranas (en el caso de México y República Dominicana), otros se enfocan en desarrollar, fortalecer y ejecutar Planes Nacionales de Adaptación (Brasil, Colombia y Belice) y otros tienen una orientación más de ecosistemas, proponiendo reducir la deforestación o mitigando la erosión costera (Guyana y Barbados). A pesar de haber un interés en adaptación, este es mínimo si se considera que casi ningún país en ALC tiene medidas explícitas que puedan trascender a medidas tangibles en el transporte. Dada la naturaleza de los NDCs en los acuerdos internacionales, estos son además una forma de garantizar la perdurabilidad de acciones climáticas a lo largo de ciclos administrativos en los países. La Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático reitera en las Conferencias de las Partes la necesidad de apoyar el financiamiento de adaptación en los países en vía de desarrollo (aquí puede encontrarse documentación relacionada con la decisión 1/CP.20 de incorporar criterios de adaptación en los compromisos de los países). World Resources Institute ofrece una herramienta útil para analizar los NDCs por países, SloCat provee el detalle de las medidas adoptadas en transporte por país, y el Grupo BID ha creado NDC Invest una plataforma para ayudar a los países a acceder a recursos necesarios y a traducir sus compromisos climáticos nacionales en planes de inversión y proyectos financiables.
+ Desarrollar planes de adaptación ambiciosos y bien fundamentados, al igual que comunicar la necesidad de aumentar la resiliencia en infraestructura. La planificación del transporte cumple un papel fundamental en la sostenibilidad, siendo la responsable de incorporar visiones estratégicas que deben traducirse en acciones. El caso de Colombia es un buen ejemplo, donde se ha desarrollado un plan específico de adaptación para la Red Vial Nacional. Establece una secuencia de acciones como la generación de mapas de vulnerabilidad ante el cambio climático (por precipitación, escorrentía, cambios en la estabilidad de suelos, entre otros), la consolidación de un banco de medidas, y la sensibilización y difusión de conocimiento.
+ Impulsar la “ingeniería de adaptación”. Es necesario difundir conocimiento alrededor de procesos enfocados en mejorar la resiliencia de la infraestructura desde la planeación, el diseño, la construcción y la gestión integral de los activos. La literatura muestra algunos ejemplos de modelos para construir, por ejemplo, sistemas de drenaje considerando escenarios de cambio climático. El BID ha publicado una guía para analizar la vulnerabilidad de proyectos ante escenarios de cambio climático.
Las acciones emprendidas a favor de la infraestructura resiliente son además una forma eficiente de gasto público. Aunque la implementación de medidas puede representar alrededor del 0,5 % del PIB regional, el costo de oportunidad de no invertir en adaptación es muy alto.
El transporte es un medio elemental para el desarrollo económico y social. Posicionar e implementar medidas de adaptación debe estar presente y debe ser fortalecido en los escenarios de diálogo internacional, considerando no solo la contundente evidencia científica del cambio climático sino la relevancia de que los países más vulnerables se apropien realmente de medidas de adaptación.
Publicado originalmente en blogs.iadb.org