Transporte para un mundo cambiante

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Hace unas semanas, entre el 21 y el 23 de mayo, se llevó a cabo en Leipzig, Alemania, el Foro Internacional de Transporte, la reunión anual de Ministros de Transporte de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que se ha convertido en los últimos años en una de las más importantes reuniones de políticos, profesionales y académicos de transporte y donde se discuten los temas más relevantes del sector. Este año el tema principal de la reunión giró en torno a cómo el transporte se está adaptando (o no) a un mundo rápidamente cambiante.

Urbanización en aumento, crecimiento acelerado del mundo emergente, especialmente en Asia, y tecnologías nuevas hacen que los patrones de cómo se mueven la gente y las mercancías estén cambiando a un ritmo acelerado, todo esto en un contexto de recursos limitados y una apremiante necesidad de hacer más sostenible al transporte, reduciendo emisiones para mitigar los efectos de cambio climático. Los desafíos que esto presenta al transporte son enormes; cada vez el mundo está más globalizado y las expectativas de la gente respecto a su accesibilidad a productos y servicios es mayor. Pero la capacidad de seguir aumentando la infraestructura de transporte es limitada tanto por razones físicas como económicas.

Tal vez las dos transformaciones que más estén impactando en Latinoamérica  son la urbanización y las nuevas tecnologías.  Se proyecta que en  el año 2050 más del 70% de la población mundial estará viviendo en ciudades. En Latinoamérica hoy la urbanización ya alcanza el 80%. Este aumento en la urbanización significa crecientes demandas de transporte en ciudades con infraestructura limitada. Con el crecimiento económico de las clases medias de la región en la última década, cada vez más gente puede acceder a un automóvil particular y por eso la región presenta tasas altísimas de crecimiento del parque automotor. Pese a esto, la tasa de motorización de la región todavía es relativamente baja y puede crecer mucho más. Actualmente la cantidad de automóviles per cápita es similar a la que existía en Estados Unidos hace 90 años con la diferencia de que la región tiene varias mega ciudades de más de 10 millones de habitantes ya consolidadas y con escasa capacidad para aumentar la infraestructura disponible para acomodar más automóviles.

¿Qué se puede hacer? Durante el foro se discutieron distintas formas para enfrentar este desafío. Indudablemente cualquier solución va a incluir lograr una mejor utilización de la infraestructura existente. Esto implica mejoras operativas para aumentar capacidad pero también incentivos para incrementar la productividad de los modos de transporte. Varias ciudades en Europa y Asia ya han comenzado a utilizar mecanismos de mercado para fomentar la utilización de modos de transporte masivo y desincentivar la utilización del automóvil particular. Estos mecanismos van desde peajes urbanos o tarifas especiales para entrar en zonas urbanas a elevadas cuotas para el registro de automóviles nuevos o altas tarifas de estacionamiento urbano. Curiosamente, en Latinoamérica los peajes se han utilizado mucho como mecanismos de financiación de infraestructura nueva pero casi nunca como herramienta para fomentar el cambio modal.

Una segunda opción es utilizar mejor las nuevas tecnologías existentes, especialmente la increíble cantidad de información que estas nuevas tecnologías generan. Actualmente, a través del seguimiento de los dispositivos móviles provistos de GPS se genera información muy precisa en tiempo real sobre cómo se están moviendo la gente y la carga. Esta información, además de ser invalorable para planificadores (dentro de poco tal vez no necesitaremos  costosísimas encuestas origen-destino para saber lo mismo), permitiría aplicar una serie de medidas inmediatas, como variar el número de carriles en cada dirección de una carretera según la demanda o el valor de un peaje según el nivel de congestión para utilizar la infraestructura de manera mucho más eficiente. Información confiable en tiempo real también permitiría que los usuarios de transporte tomen decisiones en el momento según cómo se estén comportando distintas partes del sistema de transporte. Podrían optar, por ejemplo, por ir en metro en lugar de usar automóvil si hay congestión, o cambiar de línea de autobús según la previsión de demora o de la cantidad de pasajeros.

Lo interesante es que la tecnología y la información para implementar este tipo de medidas ya existen en gran parte de la región y, en algunos casos, el sector privado ya las está usando. En varias ciudades ya existen “apps” para teléfonos celulares que dan opciones de transporte público en tiempo real, o servicios que informan a automovilistas sobre congestión en las carreteras. La verdadera  pregunta es hasta qué punto el sector público puede utilizar esta misma información para empezar a implementar políticas integrales de transporte urbano.

Publicado originalmente en blogs.iadb.org

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